Hace años, estaba escalando en hielo una de las zonas mas chulas que conozco, a la vera del Aconcagua, en una cascada llamada Zona Peligrosa.
Daba miedo, pero en aquella época, era joven e inmortal.
La escalada en hielo se basa en progresar con cuatro puntos de apoyo: dos piolets (una especie de pico que se clava en el hielo) y crampones en cada pie (pinchos que se superponen al calzado). Los piolets se clavan unos dos centímetros en el hielo, y tú confías en el material, en el hielo y en tu compañero.
Habíamos planificado el día de ascenso con mi compañero, Fede. Nos esperaban alrededor de seis largos con complejidad técnica en la subida y dos rapeles en las bajadas. El escalaba de primero, yo lo seguía.
A mitad de travesía, cometí un error. Uno de principiante, mientras estaba dándole seguro, dejé mi piolet sin asegurar, y una conva caprichosa de la cuerda, hizo palanca sobre la cara de la pala del piolet y éste rodó para abajo en la cascada de hielo.
Estaba aterrorizada.
Tenía ganas de llorar. Sentía culpa, mucha culpa. Vergüenza. Mucha vergüenza. Mi error nos estaba exponiendo a los dos.
La tensión se apoderó de la montaña. Y un alo negro de inseguridad de mi.
Bajar no era una opción, no podíamos rapelar desde allí, la única salida era hacia arriba.
La montaña estaba cubierta de una capa de merengue, todo era blanco. Todo era silencio. Se olía a miedo. Se respiraba una profunda concentración.
Sentía la mirada inquisidora de mi Fede
Con firmeza y pasos cortos fui progresando, logre soltar mi cuerpo, dejar ir la inseguridad. Volví a confiar; en el material, en el hielo, en los puntos de apoyo restantes, en mi compañero y en mi.
Poco a poco la fluidez de los movimientos incrementó mi autoconfianza hasta convertirse en una gran experiencia montañista y de vida.
Aunque creía que nunca más volvería a escalar, al día siguiente Fede insistió en regresar permitiéndonos que aquella anécdota se convirtiera en una experiencia de aprendizaje.
Con el tiempo me di cuenta:
Que aquella mirada inquisidora, era una concentración profunda para evitar otro error. La montaña no permite dos errores seguidos.
Que es cierto que necesitamos ambas piquetas para escalar, pero en una situación complicada, sin una de ellas podemos avanzar igual si los otros apoyos están firmes.
Que al volver a escalar al día siguiente, nos sentimos con más confianza, renovadas y con una técnica considerablemente mejorada.
Que aquella experiencia se convertiría en una de las anécdotas más divertidas y superadoras de nuestras vidas..
¿Que error ha sido tu mayor maestro?